Cuantas veces he imaginado sentarme a su lado,
agarrarle de la mano y mostrarle como con su mirada me vuelve insignificante.
Aún poco se de su caminar, de la historia que le acompaña por detrás, de cómo
la vida le pasa por encima, pero ella la enamora con su mirada.
Pocas veces
una mirada puede hacer estremecer el alma de una persona con tantas hojas del
amor caídas de los árboles del desencanto. Una mirada capaz de abrazar el alma
y sentir que no formas parte del mismo suelo que pisa, ella es el candelabro
que viste con su luz las paredes de grandes castillos, yo una caja de cerillas
mojadas que ya no encienden cigarrillos.
Sueños
descarados de mil y una noches de arrimarle la tripa y cuidar del jardín que se
encarga de vigilar la distancia, sueños de quedarse prendido del tiempo que
quiero robarle al sueño con ella en el
mismo colchón.
No faltan
las ganas de batir las alas y echar a volar, llegar a su lado aunque sea empapado pero de
felicidad. Pero las alas son pesadas, alas de plomo que te doblan el lomo y no
te permiten despegar. Por lo menos quedan los ramos de flores que pienso
arrancarle aunque sepa que el tiempo y la distancia se encargaran de secar.
Sentarme en
el filo de sus labios, perder mis manos en la espesura de su pelo, sentirme
caer en la profundidad de su mirada y no querer escapar. Eso es lo que sueño,
sueños de polvo y desvelo, sueños de un caradura que nunca compartirá estos
sueños con la dueña de esos pasos que desmontan, de arriba a abajo la muralla que el tiempo obligó a
construir en el descampado de la soledad de mis sentimientos.
Ni poeta ni escritor de fácil palabra, solo soy
un junta letras que intenta demostrar que debajo de esta fachada de
sinvergüenza hay también un alma desbocada que busca dejar su corazón en el
alma de una estrella que es colchonera de profesión.
bandoleros a caballo"