jueves, 7 de febrero de 2013

ELLA (2º PARTE)


Vuelve a gritarme el despertador ¿Cómo puede ser posible? Si me he metido hace 10 minutos a la cama, estoy equivocado, son las 6:25 de la mañana y otra vez vuelve el juramento a mis labios “La última vez”.  Es viernes, eso consuela bastante, otra vez la misma jugada, lavarse la cara, vestirse, el mismo desayuno y la manzana y a correr al autobús. El mismo asiento, el saludo al compañero dormilón, y la señora cotilla, menos mal que algo puedo cambiar, hoy toca ir escuchando “Extremoduro” “Barricada” y alguna de “Los Suaves”. Estamos en la ciudad, el viaje ha ido rápido, o eso creo, y llegamos a la parada, a su parada, mis manos se enfrían, los cereales protestan en el estomago mientras la vuelvo a ver aparecer, su figura es suficiente para mí para mantenerme despierto en lo que queda de trayecto. Miradas fugaces de reojo hacia ella mientras me hago el despistado con la capucha puesta apoyado contra el cristal, estoy seguro que no sabe ni que existo, da igual yo se que ella está ahí, lo que yo no sabía en ese momento es lo que ocurriría el fin de semana.
Es sábado, el despertador cobarde no se atreve a chillarme ahora, miro el móvil y un mensaje de un colega “¿Salimos?” como voy a decirle que no si somos tal para cual. Esa misma tarde tenia partido de baloncesto, que como últimamente volvimos a perder, pero me daba igual tenía ganas de salir y serenar mi cabeza después de la agradable compañía de viaje entre semana.
Son las 23:30 y mi amigo y yo cogemos el autobús para subir de marcha, aunque no puedo evitarlo me viene a la cabeza cierta persona, pero no es momento de eso, es hora de disfrutar.
 A las 00:20 volvemos a la misma plaza de todos los sábados, cerveza en mano empezamos a hacer las mismas estupideces y a reírnos de nuestra sombra,  50 minutos después nos hemos bebido dos litronas cada uno y ponemos rumbo a cualquier garito donde nos quieran continuar alegrando.
De Bar en bar continuamos mojando nuestras gargantas, y en el último, llega una sorpresa para mí.
 Eran 4 escalones los que me separaban en ese estado de la vida o la muerte, el suelo baila bajo mis pies y no acierto a decirle nada a mi amigo que se aleja hacia los baños, tras un duro titubear con los escalones, consigo poner el pie en el suelo, en ese instante una sombra se pone con decisión delante de mí y como una letanía acierto a escuchar ¿Sabes quién soy?
La sombra que ha pronunciado esas palabras va perdiendo su misterio y una cara conocida consigo enfocar, una sonrisa, una figura reconocible y un pelo, el mismo pelo negro de siempre, no puede ser ¡¡ Es ella!! ¿Por qué me tiene que ver en este estado?. No acierto a articular palabra, no se si es la borrachera, o los malditos nervios que me atenazan en ese estado también, balbuceo algo irreconocible mientras ella me dice “se te ve muy tranquilo a las mañanas en el autobús” mientras me dice que nos vemos por el instituto se aleja y me deja ahí en medio pensando para mí que no soy invisible para ella.
Domingo de resaca, pero no de lagunas mentales, recuerdo la compañía que tuve brevemente en un espacio de tiempo muy corto y en un estado pésimo, me revuelvo en mi cama lamentándome de la oportunidad que perdí de mantener una conversación con ella. Tuve la oportunidad y no sé cuando volveré a tenerla.
Otra vez ese ruido, otra vez el mismo sueño que me dice que ya estamos a lunes, que fin de semana más raro, aún sigo dando vueltas a mi actuación del sábado por la noche.
Ya vestido y desayunado me voy al autobús como de costumbre, me coloco los cascos cuando veo a mi compañero llegar con la mano vendada -¿Qué te ha pasado? Le pregunto- “Nada cosas del sábado noche, cosas raras que ocurren” me responde, y tan raras pienso yo.
“Los sinsabores son las flores que perdí” me canta Kutxi al oído transportándome a la noche del sábado, eso no fue una flor, lo que perdí fue un gran jardín por bobo, pero ya nada tiene solución así que no puedo hacer nada.
Sin darme cuenta llegamos a la parada de ella, como siempre vuelven a subirse las 4, yo al fondo del autobús las veo llegar hasta donde estoy yo, los nervios son más fuertes que de costumbre, y para rematar ella se sienta a mi lado, bueno, en realidad nos separa un asiento, pero para mí es estar muy cerca. La veo seria, no la recuerdo el sábado así, pero es muy guapa, de eso si me acuerdo, gana mucho en las distancias cortas.
El viaje acaba más rápido que de costumbre, mi compañero y yo bajamos juntos, y ellas esta vez van por delante nuestra, la sigo con la mirada mientras nuestros caminos se separan un día más, su pelo desaparece detrás del bloque de edificios y yo, me quedo con las ganas de saber su edad y que estudia, otro sábado prometo no beber tanto.

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